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Mensajes de Medjugorje conteniendo 'ser'

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¡Queridos hijos, estoy viniendo, con mi amor maternal, para indicar el camino por el que tenéis que transitar, para que podáis ser lo más semejantes a mi Hijo, y así, estar mas cerca de Dios y agradarle más. No rechacéis mi amor. No renunciéis a la salvación y a la vida eterna por ir tras lo fugaz y la frivolidad de la vida. Estoy entre vosotros para conduciros y, como Madre, para advertiros. Venid conmigo.
Queridos hijos, hoy también estoy entre ustedes para mostrarles el camino que los ayudará a conocer el amor de Dios. Amor de Dios que les ha permitido sentirlo como Padre e invocarlo como Padre. Espero de ustedes que miren con sinceridad en sus corazones y vean cuánto lo aman. ¿Es el último en ser amado? Circundados de bienes, ¿cuántas veces lo han traicionado, negado y olvidado? Hijos míos, no se engañen con los bienes terrenales. Piensen en el alma que es más importante que el cuerpo. Purifíquenla. Invoquen al Padre. Él los espera, vuelvan a Él. Yo estoy con ustedes porque Él, en su misericordia, me envía. Gracias.
Queridos hijos: Con amor maternal los invito hoy a ser un faro para todas las almas que deambulan en la tiniebla del desconocimiento del amor de Dios, para que puedan resplandecer lo más posible y atraer el mayor número de almas. No permitan que las falsedades que salgan de vuestras bocas hagan callar vuestra conciencia. ¡Sean perfectos! Yo les guío con mano maternal, con mano de amor. ¡Gracias!
Queridos hijos, hoy os bendigo especialmente y ruego para que volváis por el justo camino a mi Hijo, vuestro Salvador, vuestro Redentor, Quien os ha dado la vida eterna. Pensad en todo lo que es humano, en todo lo que no os permite seguir a mi Hijo, en la transitoriedad, en la imperfección y en el ser limitado, y luego pensad en mi Hijo, en su divina inmensidad. Dignificad el cuerpo y perfeccionad el alma mediante el abandono y la oración. Estad prontos, hijos míos. ¡Gracias!
Queridos hijos! Dios les ha dado la gracia de vivir y de custodiar todo el bien que hay en ustedes y alrededor de ustedes, y de alentar a otros a ser mejores y más santos, pero Satanás no duerme, y a través del modernismo los desvía y los conduce por su camino. Por eso, hijitos, en el amor hacia mi Corazón Inmaculado, amen a Dios sobre todas las cosas y vivan Sus Mandamientos. Así su vida tendrá sentido y la paz reinará en la Tierra. !Gracias por haber respondido a mi llamado!
Queridos hijos, mi llamada maternal, que hoy os dirijo, es una llamada a la verdad y a la vida. Mi Hijo, que es la Vida, os ama y os conoce en verdad. Para conoceros y amaros vosotros mismos debéis conocer a mi Hijo, mientras que para conocer y amar a los otros debéis ver a mi Hijo en ellos. Por ello, hijos míos, orad, orad para que podáis comprender y abandonaros con espíritu libre y ser completamente transformados y de este modo tener ya en la tierra el Reino de los Cielos en vuestros corazones. ¡Gracias!
Queridos hijos, hoy os invito a una humilde, hijos míos, humilde devoción. Vuestros corazones deben ser rectos. Que vuestras cruces sean para vosotros, un medio en lucha contra el pecado de hoy. Que vuestra arma sea la paciencia y un amor sin límites, amor que sabe esperar y que os hará capaces de reconocer los signos de Dios, para que vuestra vida con amor humilde, muestre la verdad a todos aquellos que la buscan en las tiniebla de la mentira. Hijos míos, apóstoles míos, ayudadme a abrir los caminos que conducen a Mi Hijo. Una vez más os invito a la oración por vuestros pastores. Con ellos triunfaré. ¡Os lo agradezco!
¡Queridos hijos! Que este tiempo sea para ustedes tiempo de oración. Mi invitación quiere ser para ustedes, hijitos, una invitación para que se decidan a seguir el camino de la conversión, por eso oren y pidan la intercesión de todos los Santos. Que ellos sean para ustedes ejemplo, estímulo y alegría hacia la vida eterna. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!
Queridos hijos, con amor y perseverancia maternales les traigo la luz de la vida para que destruya en ustedes las tinieblas de la muerte. No me rechacen, hijos míos. Deténganse y mírense a ustedes mismos y vean cuán pecadores son. Reconozcan sus pecados y recen por el perdón. Hijos míos, ustedes no quieren aceptar que son débiles y pequeños, pero pueden ser fuertes y grandes haciendo la voluntad de Dios. Denme sus corazones purificados para que pueda iluminarlos con la luz de la vida: mi Hijo. Gracias.
Queridos hijos, mi Corazón materno sufre inmensamente mientras observo a mis hijos que obstinadamente ponen lo que es humano por encima de lo que es Divino, a mis hijos que, no obstante todo lo que os circunda y a pesar de todos los signos que os son enviados, pensáis que podéis caminar sin Mi Hijo. ¡No podéis! Camináis hacia la perdición eterna. Por eso os reúno a vosotros que estáis dispuestos a abrirme vuestro corazón, que estáis dispuestos a ser apóstoles de mi amor, para que me ayudéis, para que viviendo el amor de Dios seáis un ejemplo para aquellos que no lo conocen. Que el ayuno y la oración os den fuerza en esto; y yo os bendigo con mi bendición materna en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Gracias!
Queridos hijos, el Padre no os ha dejado a merced vuestra. Su amor es inmenso, amor que me conduce a vosotros para ayudaros a conocerlo, para que todos, por medio de mi Hijo, podáis llamarlo con todo el corazón, “Padre” y para que podáis ser un pueblo en la familia de Dios. Pero, hijos míos, no olvidéis que no estáis en este mundo sólo por vosotros mismos, y que yo no os llamo aquí sólo por vosotros. Aquellos que siguen a mi Hijo, piensan en el hermano en Cristo como en ellos mismos y no conocen el egoísmo. Por eso, yo deseo que vosotros seáis la luz de mi Hijo, que iluminéis el camino a todos aquellos que no han conocido al Padre ―a todos aquellos que deambulan en la tiniebla del pecado, de la desesperación, del dolor y de la soledad―, y que con vuestra vida les mostréis a ellos el amor de Dios. ¡Yo estoy con vosotros! Si abrís vuestros corazones os guiaré. Os invito de nuevo: ¡orad por vuestros pastores! ¡Os lo agradezco!
Queridos hijos, mientras con preocupación maternal miro sus corazones, veo en ellos dolor y sufrimiento. Veo un pasado herido y una búsqueda continua. Veo a mis hijos que desean ser felices, pero no saben cómo. ¡Ábranse al Padre! Ese es el camino a la felicidad, el camino por el que deseo guiarlos. Dios Padre jamás deja solos a sus hijos, menos aún en el dolor y en la desesperación. Cuando lo comprendan y lo acepten serán felices. Su búsqueda terminará. Amarán y no tendrán temor. Su vida será esperanza y verdad, que es mi Hijo. ¡Les agradezco! Les pido: oren por quienes mi Hijo ha elegido. No deben juzgarlos, porque todos serán juzgados.
¡Queridos hijos! Con alegría también hoy los invito a abrir sus corazones y a escuchar mi llamado. Yo deseo acercarlos de nuevo a mi Corazón Inmaculado, donde encontrarán refugio y paz. Abranse a la oración, hasta que ésta se convierta en alegría para ustedes. A través de la oración, el Altísimo les dará abundancia de gracia y ustedes llegarán a ser mis manos extendidas en este mundo inquieto que anhela la paz. Hijitos, testimonien la fe con sus vidas y oren para que la fe crezca en sus corazones día tras día. Yo estoy con ustedes. Gracias por haber respondio a mi llamado.
Queridos hijos: por el inmenso amor de Dios yo vengo entre vosotros y con perseverancia os invito a los brazos de mi Hijo. Os pido con el Corazón materno, hijos míos, pero también os advierto, que en el primer lugar esté la preocupación por aquellos que no han conocido a Mi Hijo. No permitáis que ellos mirándoos a vosotros, y vuestra vida, no quieran conocerlo. Orad al Espíritu Santo para que Mi Hijo esté impreso en vosotros. Orad para que podáis ser apóstoles de la luz de Dios en este tiempo de tiniebla y de desesperación. Este es el tiempo de vuestra prueba. Con el Rosario en la mano, y el amor en el corazón, venid conmigo. Yo os conduzco a la Pascua en Mi Hijo. Orad por aquellos que Mi Hijo ha elegido: para que puedan vivir siempre según Él y en Él―el Sumo Sacerdote. ¡Os doy las gracias!
La vidente Mirjana Dragicevic - Soldo tuvo apariciones diarias desde el 24 de junio de 1981 hasta el 25 de diciembre de 1982. El último día de la aparición, después de confiarle el décimo secreto, la Virgen le dijo que durante toda su vida tendría una aparición una vez al año - el 18 de marzo. Así ha sucedido durante todos estos años y también este año. Varios miles de peregrinos se reunieron para orar el Rosario en la Cruz Azul. La aparición comenzó a las 14:00 y duró hasta las 14:05.
¡Queridos hijos! Vengo entre ustedes porque deseo ser su Madre, su intercesora. Deseo ser un vínculo entre ustedes y el Padre celestial, su mediadora. Deseo tomarlos de las manos y caminar con ustedes en la lucha contra el espíritu impuro. Hijos míos: conságrense totalmente a mí. Yo tomaré sus vidas en mis manos maternas y les enseñaré la paz y el amor, y entonces las entregaré a Mi Hijo. A ustedes les pido que oren y ayunen, porque solamente así sabrán testimoniar, de manera correcta, a mi Hijo por medio de mi Corazón materno. Oren por sus pastores, para que unidos en mi Hijo puedan siempre, anunciar alegremente, la Palabra de Dios. Les agradezco.
Queridos hijos, de nuevo les pido maternalmente, que se detengan por un momento y reflexionen sobre ustedes mismos y la transitoriedad de su vida terrenal. Por lo tanto, reflexionen sobre la eternidad y la bienaventuranza eterna. Ustedes, ¿qué desean, por cual camino quieren andar? El amor del Padre me envía a ser mediadora para ustedes, para que con amor materno les muestre el camino que conduce a la pureza del alma, del alma no apesadumbrada por el pecado, del alma que conocerá la eternidad. Pido que la luz del amor de mi Hijo los ilumine, que venzan las debilidades y salgan de la miseria. Ustedes son mis hijos y yo los quiero a todos por el camino de la salvación. Por lo tanto, hijos míos, reúnase en torno a mí, para que les ayude a conocer el amor de mi Hijo y, de esta manera, abrirles la puerta de la bienaventuranza eterna. Oren como yo por sus pastores. Nuevamente les advierto: no los juzguen, porque mi Hijo los ha elegido. ¡Les agradezco!
¡Queridos hijos! Hoy los invito al bien. Sean portadores de la paz y de la bondad en este mundo. Oren para que Dios les dé fuerza a fin de que en su corazón y en su vida, reinen siempre la esperanza y el orgullo de ser hijos de Dios y portadores de su esperanza, en este mundo que está sin alegría en el corazón y sin futuro, porque no tiene el corazón abierto a Dios que es su salvación. Gracias por haber respondido a mi llamado.
Queridos hijos, mientras mis ojos os miran, mi alma busca almas con las cuales desea ser una sola cosa, almas que hayan comprendido la importancia de la oración por aquellos hijos míos que no han conocido el Amor del Padre Celestial. Os llamo porque tengo necesidad de vosotros. Aceptad la misión y no temáis: os haré fuertes. Os llenaré de mis gracias. Con mi amor os protegeré del espíritu del mal. Estaré con vosotros. Con mi presencia os consolaré en los momentos difíciles. Os gradezco por vuestros corazones abiertos. ¡Orad por los sacerdotes! Orad para que la unión entre Mi Hijo y ellos sea lo más fuerte posible, para que sean una sola cosa. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos, como Madre les pido que perseveren como mis apóstoles. Oro a mi Hijo para que les conceda sabiduría y fuerza divinas. Oro para que, según la verdad de Dios, enjuicien todo lo que los rodea, y se opongan firmemente a todo aquello que desea alejarlos de mi Hijo. Oro para que por mi Hijo testimonien el amor del Padre Celestial. Hijos míos, se les ha concedido la gran gracia de ser testimonios del amor de Dios. No tomen a la ligera esa responsabilidad confiada a ustedes. No aflijan mi Corazón materno. Como Madre deseo confiar en mis hijos, en mis apóstoles. Por medio del ayuno y de la oración, ábranme el camino para que pida a mi Hijo que esté cerca de ustedes, y para que, por medio de ustedes, sea santificado Su Nombre. Oren por los pastores, porque nada de todo esto sería posible sin ellos. ¡Les agradezco!
Queridos hijos, de nuevo os invito maternalmente: no endurezcáis el corazón. No cerréis los ojos ante las advertencias que por amor el Padre Celestial os envía. ¿Lo amáis sobre todas las cosas? ¿Os arrepentís de que a menudo olvidáis que el Padre Celestial, por su gran amor, ha enviado a su Hijo para redimiros con la cruz? ¿Os arrepentís de que todavía no aceptáis el mensaje? Hijos míos, no opongáis resistencia al amor de mi Hijo. No opongáis resistencia a la esperanza y a la paz. Con vuestra oración y vuestro ayuno, mi Hijo con su cruz disipará las tinieblas que quieren envolveros y someteros. Él os dará fuerza para una vida nueva. Al vivirla según mi Hijo, seréis bendición y esperanza para todos los pecadores que deambulan en las tinieblas del pecado. Hijos míos, ¡velad! Yo, como Madre, velo con vosotros. Especialmente oro y velo por aquellos que mi Hijo ha llamado a ser para vosotros portadores de luz y portadores de esperanza: por vuestros pastores. ¡Os doy las gracias!
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