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Mensajes de Medjugorje conteniendo 'orar'

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Queridos hijos, os he invitado y os invito nuevamente a conocer a mi Hijo, a conocer la Verdad. Yo estoy con vosotros y oro para que lo logréis. Hijos míos, vosotros debéis orar mucho para tener cada vez más amor y paciencia, para saber soportar el sacrificio y ser pobres en espíritu. Mi Hijo, por medio del Espíritu Santo, está siempre con vosotros. Su Iglesia nace en cada corazón que lo conoce. Orad para que podáis conocer a mi Hijo, orad para que vuestra alma sea toda una con Él. ¡Esto es la oración, este es el amor que atrae a los demás y que a vosotros os hace mis apóstoles! Os miro con amor, con amor maternal. Os conozco, conozco vuestros dolores y aflicciones, porque yo también he sufrido en silencio. Mi fe me dio amor y esperanza. Repito: la Resurrección de mi Hijo y mi Asunción al Cielo son para vosotros esperanza y amor. Por lo tanto, hijos míos, orad para conocer la verdad, para tener una fe firme, que guíe vuestros corazones y sepa transformar vuestros sufrimientos y dolores en amor y esperanza. ¡Os doy las gracias!
La vidente Mirjana Dragicevic - Soldo tuvo apariciones diarias desde el 24 de junio de 1981 hasta el 25 de diciembre de 1982. El último día de la aparición, después de confiarle el décimo secreto, la Virgen le dijo que durante toda su vida tendría una aparición una vez al año - el 18 de marzo. Así ha sucedido durante todos estos años y también este año. Varios miles de peregrinos se reunieron para orar el Rosario. La aparición comenzó a las 13:50 y duró hasta las 13:56.
Queridos hijos, con un corazón maternal lleno de amor hacia ustedes, mis hijos, deseo enseñarles la plena confianza en Dios Padre. Deseo que aprendan a seguir la voluntad de Dios mirando y escuchando en vuestro interior. Deseo que aprendan a confiar infinitamente en Su gracia y en Su amor, como yo siempre he confiado. Por eso, hijos míos, purifiquen sus corazones. Libérense de todo lo que los ata únicamente a lo terrenal y permitan a lo divino dar forma a vuestra vida, a través de vuestra oración y sacrificio; que en sus corazones esté presente el Reino de Dios; que comiencen a vivir a partir de Dios Padre; que procuren caminar siempre con mi Hijo. Y para todo esto, hijos míos, deben ser pobres en espíritu y estar llenos de amor y de misericordia. Deben tener corazones puros y simples, y estar siempre dispuestos a servir. Hijos míos, escúchenme, les hablo para vuestra salvación. Les doy las gracias.
Queridos hijos, no tengáis corazones duros, cerrados y llenos de temor. Permitid a mi amor materno iluminarlos y llenarlos de amor y de esperanza, para que yo, como Madre, pueda atenuar vuestros dolores, porque los conozco y los he experimentado. El dolor eleva y es la oración más grande. Mi Hijo ama de manera especial a los que padecen dolores. Él me ha enviado para que os los atenúe y traeros esperanza. ¡Confiad en Él! Sé que para vosotros es difícil, porque a vuestro alrededor veis cada vez más tiniebla. Hijos míos, es necesario aniquilarla con la oración y el amor. Quien ora y ama no teme, tiene esperanza y amor misericordioso. Ve la luz, ve a mi Hijo. Como apóstoles míos, os llamo para que intentéis ser ejemplo de amor misericordioso y de esperanza. Siempre volved a orar para tener el mayor amor posible, porque el amor misericordioso porta la luz que aniquila toda tiniebla, porta mi Hijo. No tengáis miedo, no estáis solos: Yo estoy con vosotros. Os pido que oréis por vuestros pastores, para que en todo momento tengan amor, y actúen con amor hacia Mi Hijo, por medio de Él y en memoria de Él. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos, por voluntad de mi Hijo y por mi amor materno, vengo a vosotros, mis hijos, y especialmente por aquellos que no han conocido el amor de mi Hijo. A vosotros os doy mi amor materno y os traigo la bendición de mi Hijo. Vengo a vosotros que en mí pensáis, que me invocáis. ¿Tenéis corazones puros y abiertos? ¿Veis los dones, los signos de mi presencia y de mi amor? Hijos míos, en vuestra vida terrena, actuad siguiendo mi ejemplo. Mi vida ha sido dolor, silencio y una inmensa fe y confianza en el Padre Celestial. Nada sucede por casualidad: ni el dolor ni la alegría, ni el sufrimiento ni el amor. Todas estas son gracias que mi Hijo os da y que os conducen a la vida eterna. Mi Hijo pide de vosotros amor y oración en Él. Amar y orar en Él –y yo como Madre os lo enseñaré–, significa: orar en el silencio de vuestra alma, y no solo recitando con los labios. Este es el gesto más pequeño y hermoso que podéis realizar en nombre de mi Hijo: esto es paciencia, misericordia, aceptación del dolor y el sacrificio realizado por los otros. Hijos míos, mi Hijo os mira. Orad para que vosotros también podáis ver Su Rostro, para que este pueda ser revelado a vosotros. Hijos míos, yo os revelo la única y auténtica verdad; orad para que podáis comprenderla y para que podáis difundir el amor y la esperanza; para que podáis ser apóstoles de mi amor. De manera especial, mi Corazón materno ama a los pastores; orad por sus manos benditas. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos, para mi Corazón materno, es una gran alegría venir y manifestarme a vosotros. Esto es un regalo de mi Hijo para vosotros y para los que vendrán. Como Madre os invito: amad a mi Hijo por encima de todo. Para que podáis amarlo con todo el corazón debéis conocerlo; y lo conoceréis por medio de la oración. Orad con el corazón y con sentimiento. Orar significa pensar en Su amor y en Su sacrificio. Orar significa amar, dar, sufrir y ofrecer. Hijos míos, os invito a ser apóstoles del amor y de la oración. Hijos míos, este es un tiempo de vigilia. En esta vigilia os invito al amor, a la oración y a la confianza. Mi Corazón materno desea que, cuando mi Hijo mire en vuestros corazones, vea en ellos confianza y amor incondicionales. El amor unido de mis apóstoles vivirá, vencerá y desenmascarará el mal. Hijos míos, yo fui el cáliz del Hombre-Dios, fui instrumento de Dios, y por eso, apóstoles míos, os invito a que seáis cáliz del amor puro y sincero de mi Hijo. Os invito a ser un instrumento para que, quienes no han conocido el amor de Dios y nunca han amado, comprendan, acepten y se salven. ¡Os doy las gracias!
En la última aparición diaria del 12 de setiembre de 1998, la Virgen le dijo a Jakov Colo que tendría una aparición cada año, el 25 de Diciembre. Así ha ocurrido también este año. La Virgen vino con el Niño Jesús en brazos. La aparición comenzó a las 14:20, y duró 10 minutos, luego dio el siguiente mensaje:
Queridos hijos, hoy en este día de gracia, de manera especial los invito a orar por la paz. Hijos, yo he venido aquí como la Reina de la Paz y los he invitado muchas veces a orar por la paz. Pero hijos, sus corazones están inquietos. El pecado les impide abrirse completamente a la gracia y a la paz que Dios desea darles. Para vivir la paz, hijos míos, es necesario que ante todo tengan paz en vuestros corazones y estar entregados por completo a Dios y a Su voluntad. No busquen la paz y la felicidad en las cosas de este mundo, porque todo eso es pasajero. Tiendan hacia la verdadera misericordia y paz que provienen solamente de Dios, y solo de esa manera sus corazones estarán llenos de una alegría verdadera; solo de esa forma ustedes podrán convertirse en testigos de la paz en este mundo inquieto. Yo soy vuestra Madre e intercedo ante mi Hijo por cada uno de ustedes. Gracias por haber respondido a mi llamado.
Queridos hijos! Hoy los invito a orar por la paz. Paz en los corazones, paz en las familias y paz en el mundo. Satanás es fuerte y quiere ponerlos a todos en contra de Dios, hacerlos regresar a todo lo que es humano y destruir en los corazones todo sentimiento hacia Dios y las cosas de Dios. Ustedes, hijitos, oren y luchen contra el materialismo, el modernismo y el egoísmo que el mundo les ofrece. Hijitos, decídanse por la santidad, y yo, con mi Hijo Jesús, intercedo por ustedes. Gracias por haber respondido a mi llamado.
La vidente Mirjana Dragicevic - Soldo tuvo apariciones diarias desde el 24 de junio de 1981 hasta el 25 de diciembre de 1982. El último día de la aparición, después de confiarle el décimo secreto, la Virgen le dijo que durante toda su vida tendría una aparición una vez al año - el 18 de marzo. Así ha sucedido durante todos estos años y también este año. Varios miles de peregrinos se reunieron para orar el Rosario. La aparición comenzó a las 13:44 y duró hasta las 13:48.
Queridos hijos, mi deseo maternal es que sus corazones estén llenos de paz y que sus almas sean puras, para que, en la presencia de mi Hijo, puedan ver su Rostro. Porque, hijos míos, yo como Madre sé que están sedientos de consuelo, de esperanza y de protección. Ustedes, hijos míos, consciente o inconscientemente buscan a mi Hijo. También yo, mientras vivía en el tiempo terreno, me alegraba, sufría y soportaba con paciencia los dolores, hasta que mi Hijo, en toda su gloria, los suprimió. Y por eso digo a mi Hijo: “Ayúdalos siempre”. Ustedes, hijos míos, con un amor verdadero, iluminen la oscuridad del egoísmo que envuelve cada vez más a mis hijos. Sean generosos: que sus manos y su corazón estén siempre abiertos. No tengan miedo, abandónense a mi Hijo con confianza y esperanza. Mirándolo a Él, vivan la vida con amor. Amar significa darse, soportar y nunca juzgar. Amar significa vivir las palabras de mi Hijo. Hijos míos, como Madre les digo que solo el amor verdadero lleva a la felicidad eterna. Les doy las gracias.
Queridos hijos, os invito a orar, no pidiendo sino ofreciendo sacrificios, sacrificándoos. Os invito al anuncio de la verdad y del amor misericordioso. Oro a mi Hijo por vosotros, por vuestra fe, que en vuestros corazones disminuye cada vez más. Le pido a Él que os ayude con el Espíritu Divino, como también yo deseo ayudaros con el espíritu materno. Hijos míos, debéis ser mejores; solo los que son puros, humildes y llenos de amor sostienen el mundo, se salvan a sí mismos y al mundo. Hijos míos, mi Hijo es el corazón del mundo; es necesario amarlo y orarle a Él, y no traicionarlo siempre de nuevo. Por eso vosotros, apóstoles de mi amor, difundid la fe en los corazones de los hombres con vuestro ejemplo, con la oración y con el amor misericordioso. Yo estoy a vuestro lado y os ayudaré. Orad para que vuestros pastores tengan cada vez más luz, para que puedan iluminar a todos aquellos que viven en las tinieblas. Os doy las gracias.
Queridos hijos, como Madre yo os hablo con palabras simples, pero llenas de amor y de solicitud por mis hijos que, por medio de mi Hijo, me habéis sido confiados. Mi Hijo, que es del eterno presente, os habla con palabras de vida y siembra amor en los corazones abiertos. Por eso os pido, apóstoles de mi amor: tened corazones abiertos, siempre dispuestos a la misericordia y al perdón. Por mi Hijo, perdonad siempre al prójimo, porque así la paz estará en vosotros. Hijos míos, preocuparos por vuestra alma, porque es lo único que en realidad os pertenece. Os olvidáis de la importancia de la familia. La familia no debería ser lugar de sufrimiento y dolor, sino lugar de comprensión y ternura. Las familias que intentan vivir según mi Hijo viven en amor recíproco. Desde que mi Hijo era pequeño, me decía que para Él todos los hombres son sus hermanos. Por eso recordad, apóstoles de mi amor, que todos los hombres que encontráis, son familia para vosotros; hermanos según mi Hijo. Hijos míos, no perdáis el tiempo pensando en el futuro con preocupación. Que vuestra única preocupación sea, cómo vivir bien cada momento según mi Hijo: he ahí la paz. Hijos míos, no olvidéis nunca orar por vuestros pastores. Orad para que puedan acoger a todos los hombres como hijos suyos y sean para ellos padres espirituales según mi Hijo. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos! En este tiempo de gracia, los invito a orar. Oren y busquen la paz, hijitos. Él, que vino aquí a la Tierra para darles Su paz, sin importar quiénes son ni lo que son - Él, mi Hijo, su Hermano - a través de mí los invita a la conversión, porque sin Dios no tienen futuro ni vida eterna. Por eso, crean y oren, y vivan en gracia y en la expectativa de su encuentro personal con Él. Gracias por haber respondido a mi llamado.
Queridos hijos, os hablo como vuestra Madre, Madre de los justos, Madre de aquellos que aman y sufren, Madre de los santos. Hijos míos, también vosotros podéis ser santos, eso depende de vosotros. Santos son aquellos que aman sin medida al Padre Celestial, aquellos que lo aman sobre todas las cosas. Por eso, hijos míos, procurad siempre ser mejores. Si procuráis ser buenos, podéis ser santos, sin pensar que lo sois. Si pensáis que sois buenos, no sois humildes y la soberbia os aleja de la santidad. En este mundo inquieto, lleno de amenazas, vuestras manos, apóstoles de mi amor, deberían estar extendidas en oración y misericordia.

A mí, hijos míos, regaladme el Rosario, esas rosas que tanto amo. Mis rosas son vuestras oraciones dichas con el corazón y no solo recitadas con los labios. Mis rosas son vuestras obras de oración, de fe y de amor. Cuando mi Hijo era pequeño, me decía que mis hijos serían numerosos y me traerían muchas rosas. Yo no lo comprendía. Ahora sé que esos hijos sois vosotros, que me traéis rosas cuando amáis a mi Hijo sobre todas las cosas, cuando oráis con el corazón, cuando ayudáis a los más pobres. ¡Esas son mis rosas! Esa es la fe que hace que todo en la vida se haga por amor, que no se conozca la soberbia, que se esté pronto a perdonar; nunca juzgar y tratar siempre de comprender al propio hermano. Por eso, apóstoles de mi amor, orad por aquellos que no saben amar, por aquellos que no os aman, por aquellos que os han hecho mal, por aquellos que no han conocido el amor de mi Hijo. Hijos míos, esto es lo que pido de vosotros, porque recordad: orar significa amar y perdonar. Os doy las gracias.
La vidente Mirjana Dragicevic - Soldo tuvo apariciones diarias desde el 24 de junio de 1981 hasta el 25 de diciembre de 1982. El último día de la aparición, después de confiarle el décimo secreto, la Virgen le dijo que durante toda su vida tendría una aparición una vez al año - el 18 de marzo. Así ha sucedido durante todos estos años y también este año. Varios miles de peregrinos se reunieron para orar el Rosario. La aparición comenzó a las 13:38 y duró hasta las 13:42.
Queridos hijos, mi vida terrena era simple: amaba y me hacían feliz las pequeñas cosas; amaba la vida, don de Dios, aunque los dolores y sufrimientos traspasaban mi Corazón. Hijos míos, tenía la fuerza de la fe e ilimitada confianza en el amor de Dios. Todos los que tienen la fuerza de la fe son más fuertes. La fe te hace vivir en lo justo, y entonces la luz del amor divino llega siempre en el momento deseado. Esta es la fuerza que sostiene en el dolor y en el sufrimiento. Hijos míos, oren por la fuerza de la fe, confíen en el Padre Celestial y no tengan miedo. Sepan que ninguna criatura de Dios se perderá, sino que vivirá para siempre. Todo dolor tiene su fin y después comienza la vida en libertad, allí donde todos mis hijos vienen, donde todo retorna. Hijos míos, su lucha es dura, lo será todavía más, pero ustedes sigan mi ejemplo. Oren por la fuerza de la fe, confíen en el amor del Padre Celestial. Yo estoy con ustedes, yo me manifiesto a ustedes, yo los animo. Con inmenso amor maternal acaricio sus almas. Les doy las gracias.
Queridos hijos, por el gran amor del Padre Celestial, estoy con vosotros como vuestra Madre, y vosotros estáis conmigo como hijos míos, como apóstoles de mi amor que continuamente reúno en torno a mí. Hijos míos, vosotros sois aquellos que con la oración os debéis entregar completamente a mi Hijo, que no seáis más vosotros los que vivís sino mi Hijo en vosotros. De manera que todos aquellos que no conocen a mi Hijo, lo vean en vosotros y deseen conocerlo. Orad para que en vosotros vean una decidida humildad y bondad, disponibilidad para servir a los demás; que vean en vosotros que vivís con el corazón la llamada terrenal en comunión con mi Hijo; que vean en vosotros dulzura, ternura y amor hacia mi Hijo, como hacia sus hermanos y hermanas. Apóstoles de mi amor, debéis orar mucho y purificar vuestros corazones, de manera que seáis vosotros los primeros en caminar por la senda de mi Hijo; para que seáis aquellos justos que están unidos a la justicia de mi Hijo. Hijos míos, como mis apóstoles, debéis estar unidos en la comunión que proviene de mi Hijo, para que mis hijos, que no conocen a mi Hijo, reconozcan la comunión del amor, y deseen caminar por el camino de la vida, por la senda de la unión con mi Hijo. Os doy las gracias.
Queridos hijos, soy Madre de todos vosotros, por eso no tengáis miedo, porque yo escucho vuestras oraciones. Sé que me buscáis y por eso oro por vosotros a mi Hijo; mi Hijo que está unido con el Padre Celestial y con el Espíritu consolador, mi Hijo que guía a las almas hacia el Reino de donde Él ha venido, el Reino de la paz y de la luz.

Hijos míos, os ha sido dada la libertad de elegir. Por eso yo, como Madre, os pido que uséis la libertad para el bien. Vosotros, con almas puras y sencillas, sois capaces de comprender; aunque algunas veces no entendáis las palabras, dentro de vosotros sentís cuál es la verdad.

Hijos míos, no perdáis la verdad y la verdadera vida por seguir la falsa. Con la verdadera vida el Reino Celestial entra en vuestros corazones, este es el Reino del amor, de la paz y de la concordia. Entonces, hijos míos, no existirá el egoísmo que os aleja de mi Hijo. En su lugar habrá amor y comprensión por vuestro prójimo.

Por eso recordad -nuevamente os repito-: orar también significa amar a los demás, al prójimo y darse a ellos. Amad y dad en mi Hijo y Él obrará en vosotros y para vosotros. Hijos míos, pensad continuamente en mi Hijo y amadlo inmensamente, así tendréis la verdadera vida y esto será por la eternidad. ¡Os doy las gracias apóstoles de mi amor!
Queridos hijos, con amor maternal os invito a abrir los corazones a la paz, a abrir los corazones a mi Hijo, a que en vuestros corazones cante el amor hacia mi Hijo, porque es solo de ese amor que llega la paz al alma. Hijos míos, sé que tenéis bondad, sé que tenéis amor, un amor misericordioso. Pero muchos hijos míos tienen aún los corazones cerrados; piensan que pueden actuar sin dirigir sus pensamientos hacia el Padre Celestial que ilumina, y hacia mi Hijo, que siempre está nuevamente con vosotros en la Eucaristía y desea escucharos. Hijos míos, ¿por qué no le habláis? La vida de cada uno de vosotros es importante y preciosa, porque es un don del Padre Celestial para la eternidad; por eso, no os olvidéis nunca de darle gracias: ¡habladle! Sé, hijos míos, que para vosotros todavía es desconocido lo que vendrá después, pero cuando os llegue vuestro después, recibiréis todas las respuestas. Mi amor maternal desea que estéis preparados. Hijos míos, poned con vuestra vida sentimientos buenos en el corazón de las personas que encentráis: sentimientos de paz, de bondad, de amor y de perdón. A través de la oración, escuchad lo que os dice mi Hijo y actuad en consecuencia. Os invito nuevamente a orar por vuestros pastores, por aquellos que mi Hijo ha llamado. Recordad que tienen necesidad de oraciones y de amor. Os doy las gracias.
Queridos hijos, mi Corazón materno sufre mientras miro a mis hijos que no aman la verdad y que la esconden, mientras miro a mis hijos que no oran con los sentimientos y con las obras. Estoy triste mientras hablo a mi Hijo de tantos hijos míos que ya no tienen fe y que no le conocen a Él, mi Hijo. Por eso os invito a vosotros, apóstoles de mi amor: tratad de mirar hasta lo profundo del corazón humano y allí encontraréis con seguridad aquel pequeño tesoro escondido. Mirar de esta manera es la misericordia del Padre Celestial. Buscad el bien también donde domina el mal, tratad de comprenderos los unos a los otros y no juzgaros. Esto es lo que mi Hijo os pide y yo, como Madre, os invito a escucharlo. Hijos míos, el espíritu es más potente que el cuerpo y sostenido con el amor y con las obras supera todos los obstáculos. No lo olvidéis: mi Hijo os ha amado y os ama. Su amor está con vosotros y en vosotros cuando sois una cosa con Él. Él es la luz del mundo y ninguno y nada logrará detenerlo en la gloria final. Por eso, apóstoles de mi amor, no tengáis miedo de testimoniar la verdad. Testimoniadla con entusiasmo, con las obras, con amor, con vuestro sacrificio y sobre todo con humildad. Testimoniad la verdad a todos aquellos que no han conocido a mi Hijo. Yo estaré a vuestro lado, yo os fortaleceré. Testimoniad el amor que no pasa nunca, porque proviene del Padre Celestial que es eterno y que ofrece la eternidad a todos mis hijos. El Espíritu de mi Hijo estará a vuestro lado. Nuevamente os invito, hijos míos, a orar por vuestros pastores. Orad para que puedan ser guiados por el amor de mi Hijo. Os doy las gracias.
Queridos hijos! Hoy, como Madre, los invito a la conversión. Hijitos, este tiempo es para ustedes, tiempo de silencio y de oración. Por eso, que crezca en el calor de su corazón la semilla de la esperanza y de la fe, y ustedes, hijitos, día tras día sentirán la necesidad de orar más y su vida se volverá ordenada y responsable. Comprenderán, hijitos, que ustedes están de paso aquí en la Tierra y sentirán la necesidad de estar más cerca de Dios; testimoniarán con amor su experiencia del encuentro con Él, la que compartirán con los demás. Estoy con ustedes y oro por ustedes, pero no puedo hacerlo sin su “Sí”. Gracias por haber respondido a mi llamado.
La vidente Mirjana Dragicevic - Soldo tuvo apariciones diarias desde el 24 de junio de 1981 hasta el 25 de diciembre de 1982. El último día de la aparición, después de confiarle el décimo secreto, la Virgen le dijo que durante toda su vida tendría una aparición una vez al año - el 18 de marzo. Así ha sucedido durante todos estos años y también este año. Varios miles de peregrinos se reunieron para orar el Rosario. La aparición comenzó a las 13:41 y duró hasta las 13:46.
Hijos míos, como Madre, como Reina de la Paz, los invito a que acojan a mi Hijo para que Él pueda otorgarles la paz del alma, para que pueda darles lo que es justo, lo que es bueno para ustedes. Hijos míos, mi Hijo los conoce. Él vivió la vida del hombre y, al mismo tiempo, la de Dios - una vida maravillosa: cuerpo humano, espíritu divino. Por eso, hijos míos, mientras mi Hijo los mira con sus ojos divinos, penetra en sus corazones. Sus ojos, mansos y cálidos, buscan a Él mismo en sus corazones. ¿Puede Él encontrarse a sí mismo en ustedes, hijos míos? Acójanlo, y los momentos de dolor y sufrimiento se convertirán en momentos de bienestar. Acójanlo, y tendrán paz en el alma, la difundirán a todos en torno a ustedes, eso es lo que más necesitan ahora. Escúchenme, hijos míos. Oren por los pastores, por aquellos cuyas manos ha bendecido mi Hijo. Les doy las gracias.
Queridos hijos, con amor maternal os invito a responder al gran amor de mi Hijo, con un corazón puro y abierto, con total confianza. Yo conozco la grandeza de Su amor. Lo llevé dentro de mí, Hostia en el corazón, luz y amor del mundo.

Hijos míos, que yo me dirija a vosotros también es un signo del amor y de la ternura del Padre Celestial, una gran sonrisa llena del amor de mi Hijo, una invitación a la vida eterna.

La Sangre de mi Hijo fue derramada por amor a vosotros. Esa Sangre preciosa es para vuestra salvación, para la vida eterna. El Padre Celestial ha creado al hombre para la felicidad eterna. No es posible que perezcáis vosotros que conocéis el amor de mi Hijo, vosotros que lo seguís. La vida ha vencido: ¡mi Hijo está vivo! Por eso, hijos míos, apóstoles de mi amor, que la oración os muestre el camino y la manera de difundir el amor de mi Hijo, la oración en su forma más sublime. Hijos míos, cuando procuráis vivir las palabras de mi Hijo, también estáis orando. Cuando amáis a las personas con las que os encontráis, estáis difundiendo el amor de mi Hijo. El amor es lo que abre las puertas del Paraíso.

Hijos míos, desde el comienzo he orado por la Iglesia. Por eso, también os invito a vosotros, apóstoles de mi amor, a orar por la Iglesia y sus servidores, por aquellos a quienes mi Hijo ha llamado. ¡Os doy las gracias!
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