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Mensajes de Medjugorje conteniendo 'maternal'

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Queridos hijos! También hoy les traigo en mis brazos a mi Hijo Jesús y desde este abrazo les doy Su paz y el anhelo por el Cielo. Oro con ustedes por la paz y los invito a ser paz. Los bendigo a todos con mi bendición maternal de paz. Gracias por haber respondido a mi llamado.
Queridos hijos, os he invitado y os invito nuevamente a conocer a mi Hijo, a conocer la Verdad. Yo estoy con vosotros y oro para que lo logréis. Hijos míos, vosotros debéis orar mucho para tener cada vez más amor y paciencia, para saber soportar el sacrificio y ser pobres en espíritu. Mi Hijo, por medio del Espíritu Santo, está siempre con vosotros. Su Iglesia nace en cada corazón que lo conoce. Orad para que podáis conocer a mi Hijo, orad para que vuestra alma sea toda una con Él. ¡Esto es la oración, este es el amor que atrae a los demás y que a vosotros os hace mis apóstoles! Os miro con amor, con amor maternal. Os conozco, conozco vuestros dolores y aflicciones, porque yo también he sufrido en silencio. Mi fe me dio amor y esperanza. Repito: la Resurrección de mi Hijo y mi Asunción al Cielo son para vosotros esperanza y amor. Por lo tanto, hijos míos, orad para conocer la verdad, para tener una fe firme, que guíe vuestros corazones y sepa transformar vuestros sufrimientos y dolores en amor y esperanza. ¡Os doy las gracias!
La vidente Mirjana Dragicevic - Soldo tuvo apariciones diarias desde el 24 de junio de 1981 hasta el 25 de diciembre de 1982. El último día de la aparición, después de confiarle el décimo secreto, la Virgen le dijo que durante toda su vida tendría una aparición una vez al año - el 18 de marzo. Así ha sucedido durante todos estos años y también este año. Varios miles de peregrinos se reunieron para orar el Rosario. La aparición comenzó a las 13:50 y duró hasta las 13:56.
Queridos hijos, con un corazón maternal lleno de amor hacia ustedes, mis hijos, deseo enseñarles la plena confianza en Dios Padre. Deseo que aprendan a seguir la voluntad de Dios mirando y escuchando en vuestro interior. Deseo que aprendan a confiar infinitamente en Su gracia y en Su amor, como yo siempre he confiado. Por eso, hijos míos, purifiquen sus corazones. Libérense de todo lo que los ata únicamente a lo terrenal y permitan a lo divino dar forma a vuestra vida, a través de vuestra oración y sacrificio; que en sus corazones esté presente el Reino de Dios; que comiencen a vivir a partir de Dios Padre; que procuren caminar siempre con mi Hijo. Y para todo esto, hijos míos, deben ser pobres en espíritu y estar llenos de amor y de misericordia. Deben tener corazones puros y simples, y estar siempre dispuestos a servir. Hijos míos, escúchenme, les hablo para vuestra salvación. Les doy las gracias.
Queridos hijos! Den gracias a Dios conmigo por el don de poder estar con ustedes. Oren, hijitos, y vivan los Mandamientos de Dios para que sean felices en la Tierra. Hoy, en este día de gracia, deseo darles mi bendición maternal de paz y de amor. Intercedo por ustedes ante mi Hijo y los invito a perseverar en la oración para que con ustedes pueda realizar mis planes. Gracias por haber respondido a mi llamado.
Queridos hijos, mi presencia viva y real entre vosotros, tiene que haceros felices, debido al gran amor de mi Hijo. Él me envía entre vosotros para que con mi amor maternal os dé seguridad, para que comprendáis que el dolor y la alegría, el sufrimiento y el amor, hacen que vuestra alma viva intensamente; para invitaros nuevamente a glorificar el Corazón de Jesús, el corazón de la fe: la Eucaristía. Mi Hijo, día a día, a través de los siglos, retorna vivo en medio de vosotros, regresa a vosotros, aunque en verdad, nunca os ha abandonado. Cuando uno de vosotros, hijos míos, regresa a Él, mi Corazón materno exulta de alegría. Por eso, hijos míos, regresad a la Eucaristía, a mi Hijo. El camino hacia mi Hijo es difícil, lleno de renuncias, pero al final está siempre la luz. Yo comprendo vuestros dolores y sufrimientos, y con amor maternal, enjugo vuestras lágrimas. Confiad en mi Hijo, porque Él hará por vosotros lo que ni siquiera sabríais pedir. Vosotros, hijos míos, debéis preocuparos solo por el alma, porque ella es lo único que os pertenece en la Tierra. Sucia o limpia, la tendréis que presentar ante el Padre Celestial. Recordad: la fe en el amor de mi Hijo siempre es recompensada. Os pido que oréis, de manera especial, por quienes mi Hijo ha llamado a vivir según Él y a amar a su rebaño. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos, mi Hijo ha sido fuente de amor y de luz, cuando en la Tierra habló al pueblo de todos los pueblos. Apóstoles míos, seguid su luz. Esto no es fácil: debéis ser pequeños, debéis aprender a haceros más pequeños que los otros, y con la ayuda de la fe, llenaros de Su amor. Ningún hombre en la tierra, sin fe, puede vivir una experiencia milagrosa. Yo estoy con vosotros; me manifiesto a vosotros con estas venidas, con estas palabras; deseo testimoniaros mi amor y mi preocupación maternal. Hijos míos, no perdáis el tiempo haciendo preguntas a las que nunca recibís respuesta: al final de vuestro viaje terreno os las dará el Padre Celestial. Sabed siempre que Dios lo sabe todo, Dios ve y Dios ama. Mi amadísimo Hijo ilumina las vidas y dispersa la oscuridad; y mi amor materno, que me trae a vosotros, es indescriptible, misterioso, pero es real. Yo expreso mis sentimientos hacia vosotros: amor, comprensión y afecto maternal. De vosotros, apóstoles míos, busco las rosas de vuestra oración, que deben ser obras de amor; estas son para mi Corazón maternal las oraciones más queridas, y yo se las presento a mi Hijo, que ha nacido por vosotros. Él os ve y os escucha; nosotros siempre estamos cerca vuestro. Este es el amor que llama, une, convierte, alienta y llena. Por eso, apóstoles míos, amaos siempre los unos a los otros, pero, sobre todo, amad a mi Hijo: este es el único camino hacia la salvación y hacia la vida eterna. Esta es mi oración más querida que, con el perfume más hermoso de rosas, llena mi Corazón. Orad, orad siempre por vuestros pastores, para que tengan la fuerza de ser la luz de mi Hijo. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos, con amor maternal, vengo a ayudaros para que tengáis más amor, lo que significa más fe. Vengo para ayudaros a vivir con amor las palabras de mi Hijo, de manera que el mundo sea diferente. Por eso, apóstoles de mi amor, os reúno en torno a mí. Miradme con el corazón, habladme como a una madre de vuestros dolores, aflicciones y alegrías. Pedidme que yo ore a mi Hijo por vosotros. Mi Hijo es misericordioso y justo. Mi Corazón materno desea que también vosotros seáis así. Mi Corazón materno desea que vosotros, apóstoles de mi amor, habléis con vuestra vida de mi Hijo y de mí a todos los que os rodean para que el mundo sea diferente, para que retornen la simplicidad y la pureza, para que retornen la fe y la esperanza. Por eso, hijos míos, orad, orad, orad con el corazón, orad con amor, orad con buenas obras; orad para que todos conozcan a mi Hijo, para que el mundo cambie, para que el mundo se salve. Vivid con amor las palabras de mi Hijo; no juzguéis, sino amaos los unos a los otros para que mi Corazón pueda triunfar. Os doy las gracias.
La vidente Mirjana Dragicevic - Soldo tuvo apariciones diarias desde el 24 de junio de 1981 hasta el 25 de diciembre de 1982. El último día de la aparición, después de confiarle el décimo secreto, la Virgen le dijo que durante toda su vida tendría una aparición una vez al año - el 18 de marzo. Así ha sucedido durante todos estos años y también este año. Varios miles de peregrinos se reunieron para orar el Rosario. La aparición comenzó a las 13:44 y duró hasta las 13:48.
Queridos hijos, mi deseo maternal es que sus corazones estén llenos de paz y que sus almas sean puras, para que, en la presencia de mi Hijo, puedan ver su Rostro. Porque, hijos míos, yo como Madre sé que están sedientos de consuelo, de esperanza y de protección. Ustedes, hijos míos, consciente o inconscientemente buscan a mi Hijo. También yo, mientras vivía en el tiempo terreno, me alegraba, sufría y soportaba con paciencia los dolores, hasta que mi Hijo, en toda su gloria, los suprimió. Y por eso digo a mi Hijo: “Ayúdalos siempre”. Ustedes, hijos míos, con un amor verdadero, iluminen la oscuridad del egoísmo que envuelve cada vez más a mis hijos. Sean generosos: que sus manos y su corazón estén siempre abiertos. No tengan miedo, abandónense a mi Hijo con confianza y esperanza. Mirándolo a Él, vivan la vida con amor. Amar significa darse, soportar y nunca juzgar. Amar significa vivir las palabras de mi Hijo. Hijos míos, como Madre les digo que solo el amor verdadero lleva a la felicidad eterna. Les doy las gracias.
Queridos hijos, apóstoles de mi amor, está en vosotros difundir el amor de mi Hijo a todos aquellos que no lo han conocido; está en vosotros, pequeñas luces del mundo, a las que yo con amor maternal os enseño a brillar con claridad en todo su esplendor. La oración os ayudará, porque la oración os salva a vosotros, la oración salva el mundo. Por eso, hijos míos, orad con palabras, con sentimiento, con amor misericordioso y con el sacrificio. Mi Hijo os ha mostrado el camino, Él, que se ha encarnado y ha hecho de mí el primer cáliz, Él, que con su supremo Sacrificio os ha mostrado cómo se debe amar. Por eso, hijos míos, no tengáis miedo a decir la verdad. No tengáis miedo, vosotros mismos, de cambiar y de cambiar el mundo difundiendo el amor y haciendo todo para que mi Hijo llegue a ser conocido y amado, al amar a los demás en Él. Yo, como Madre, estoy siempre con vosotros. Oro a mi Hijo para que os ayude a que en vuestra vida reine el amor: el amor que vive, el amor que atrae, el amor que da la vida. Ese es el amor que os enseño, un amor puro. Está en vosotros, apóstoles míos, reconocerlo, vivirlo y difundirlo. Orad con sentimiento por vuestros pastores, para que con amor puedan testimoniar a mi Hijo. Os doy las gracias.
Queridos hijos! Hoy quiero agradecerles por su perseverancia e invitarlos a abrirse a la oración profunda. Hijitos, la oración es el corazón de la fe y de la esperanza en la vida eterna. Por eso, oren con el corazón hasta que su corazón cante con gratitud a Dios Creador que les ha dado la vida. Yo estoy con ustedes, hijitos, y les traigo mi bendición maternal de paz. Gracias por haber respondido a mi llamado.
Queridos hijos, vosotros a quienes mi Hijo ama, vosotros a los que yo amo inmensamente con amor maternal, no permitáis que el egoísmo y el amor propio reinen en el mundo; no permitáis que el amor y la bondad estén ocultos. Vosotros que sois amados y que habéis conocido el amor de mi Hijo, recordad que ser amados significa amar. Hijos míos, tened fe. Cuando tenéis fe, sois felices y difundís la paz; vuestra alma exulta de alegría. En esa alma está mi Hijo. Cuando os dais por la fe, cuando os dais por amor, cuando hacéis el bien a vuestro prójimo, mi Hijo sonríe en vuestra alma. Apóstoles de mi amor, yo me dirijo a vosotros como Madre, os reúno en torno a mí y deseo conduciros por el camino del amor y de la fe, por el camino que conduce a la Luz del mundo. Por causa del amor y de la fe estoy aquí; porque deseo con mi bendición maternal daros esperanza y fuerza en vuestro camino. Porque el camino que conduce a mi Hijo no es fácil: está lleno de renuncias, de entrega, de sacrificio, de perdón y de mucho, mucho amor. Pero ese camino conduce a la paz y a la alegría. Hijos míos, no creáis en las falsas voces que os hablan de cosas falsas y de una falsa luz. Vosotros, hijos míos, volved a la Sagrada Escritura. Con inmenso amor os miro y por gracia de Dios me manifiesto a vosotros. Hijos míos, venid conmigo, que vuestra alma exulte de alegría. ¡Os doy las gracias!
La vidente Mirjana Dragicevic - Soldo tuvo apariciones diarias desde el 24 de junio de 1981 hasta el 25 de diciembre de 1982. El último día de la aparición, después de confiarle el décimo secreto, la Virgen le dijo que durante toda su vida tendría una aparición una vez al año - el 18 de marzo. Así ha sucedido durante todos estos años y también este año. Varios miles de peregrinos se reunieron para orar el Rosario. La aparición comenzó a las 13:38 y duró hasta las 13:42.
Queridos hijos, mi vida terrena era simple: amaba y me hacían feliz las pequeñas cosas; amaba la vida, don de Dios, aunque los dolores y sufrimientos traspasaban mi Corazón. Hijos míos, tenía la fuerza de la fe e ilimitada confianza en el amor de Dios. Todos los que tienen la fuerza de la fe son más fuertes. La fe te hace vivir en lo justo, y entonces la luz del amor divino llega siempre en el momento deseado. Esta es la fuerza que sostiene en el dolor y en el sufrimiento. Hijos míos, oren por la fuerza de la fe, confíen en el Padre Celestial y no tengan miedo. Sepan que ninguna criatura de Dios se perderá, sino que vivirá para siempre. Todo dolor tiene su fin y después comienza la vida en libertad, allí donde todos mis hijos vienen, donde todo retorna. Hijos míos, su lucha es dura, lo será todavía más, pero ustedes sigan mi ejemplo. Oren por la fuerza de la fe, confíen en el amor del Padre Celestial. Yo estoy con ustedes, yo me manifiesto a ustedes, yo los animo. Con inmenso amor maternal acaricio sus almas. Les doy las gracias.
Queridos hijos! Dios me ha llamado para guiarlos a Él, porque Él es su fortaleza. Por eso los invito a orarle y a confiar en Él, porque Él es su refugio ante todo mal que está al acecho y aleja las almas de la gracia y de la alegría a las que han sido llamados. Hijitos, vivan el Paraíso aquí en la Tierra para que estén bien, y que los Mandamientos de Dios sean luz en su camino. Yo estoy con ustedes y los amo a todos con mi amor maternal. Gracias por haber respondido a mi llamado.
Queridos hijos, con amor maternal os invito a abrir los corazones a la paz, a abrir los corazones a mi Hijo, a que en vuestros corazones cante el amor hacia mi Hijo, porque es solo de ese amor que llega la paz al alma. Hijos míos, sé que tenéis bondad, sé que tenéis amor, un amor misericordioso. Pero muchos hijos míos tienen aún los corazones cerrados; piensan que pueden actuar sin dirigir sus pensamientos hacia el Padre Celestial que ilumina, y hacia mi Hijo, que siempre está nuevamente con vosotros en la Eucaristía y desea escucharos. Hijos míos, ¿por qué no le habláis? La vida de cada uno de vosotros es importante y preciosa, porque es un don del Padre Celestial para la eternidad; por eso, no os olvidéis nunca de darle gracias: ¡habladle! Sé, hijos míos, que para vosotros todavía es desconocido lo que vendrá después, pero cuando os llegue vuestro después, recibiréis todas las respuestas. Mi amor maternal desea que estéis preparados. Hijos míos, poned con vuestra vida sentimientos buenos en el corazón de las personas que encentráis: sentimientos de paz, de bondad, de amor y de perdón. A través de la oración, escuchad lo que os dice mi Hijo y actuad en consecuencia. Os invito nuevamente a orar por vuestros pastores, por aquellos que mi Hijo ha llamado. Recordad que tienen necesidad de oraciones y de amor. Os doy las gracias.
Queridos hijos! Este es un tiempo de gracia. Hijitos, oren más y hablen menos, y dejen que Dios los guíe por el camino de la conversión. Yo estoy con ustedes y los amo con mi amor maternal. Gracias por haber respondido a mi llamado.
Queridos hijos, mis palabras son simples, pero llenas de amor maternal y preocupación. Hijos míos, sobre vosotros se ciernen cada vez más las sombras de las tinieblas y del engaño, y yo os llamo hacia la luz y la verdad, yo os llamo hacia mi Hijo. Solo Él puede convertir la desesperación y el dolor en paz y serenidad, solo Él puede dar esperanza en los dolores más profundos. Mi Hijo es la vida del mundo: cuanto más lo conocéis más os acercáis a Él y más lo amaréis porque mi Hijo es amor. El amor lo cambia todo, él hace maravilloso incluso lo que sin amor os parece insignificante. Por eso nuevamente os digo que, si deseáis crecer espiritualmente, debéis amar mucho. Apóstoles de mi amor, sé que no siempre es fácil, pero, hijos míos, también los caminos dolorosos son vías que llevan al crecimiento espiritual, a la fe y a mi Hijo. Hijos míos, orad, pensad en mi Hijo. Durante todos los momentos del día elevad vuestra alma a Él, y yo recogeré vuestras oraciones como flores del jardín más bello y las regalaré a mi Hijo. Sed apóstoles auténticos de mi amor, difundid a todos el amor de mi Hijo; sed jardines con las flores más bellas. Con la oración ayudad a vuestros pastores para que puedan ser padres espirituales llenos de amor hacia todos los hombres. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos! Ustedes tienen la gran gracia de ser llamados a una vida nueva a través de los mensajes que les doy. Hijitos, este es un tiempo de gracia, un tiempo y un llamado a la conversión, para ustedes y las generaciones futuras. Por eso los invito, hijitos, oren más y abran su corazón a mi Hijo Jesús. Yo estoy con ustedes, los amo a todos y los bendigo con mi bendición maternal. Gracias por haber respondido a mi llamado.
Queridos Hijos, cuando venís a mí, como a una madre, con un corazón puro y abierto, sabed que os escucho, os aliento, os consuelo y, sobre todo, intercedo por vosotros ante mi Hijo. Sé que deseáis tener una fe fuerte y manifestarla de la manera correcta. Lo que mi Hijo os pide es una fe sincera, fuerte y profunda; en consecuencia, de cualquier manera que la manifestéis es válida. La fe es un secreto maravilloso que se guarda en el corazón. Ella se halla entre el Padre Celestial y todos sus hijos, se reconoce por los frutos y por el amor que se tiene hacia todas las criaturas de Dios. Apóstoles de mi amor, hijos míos, confiad en mi Hijo. Ayudad a todos mis hijos a que conozcan Su amor. Vosotros sois mi esperanza, vosotros que intentáis amar sinceramente a mi Hijo. En el nombre del amor, por vuestra salvación, según la voluntad del Padre Celestial y por mi Hijo, estoy aquí entre vosotros. Apóstoles de mi amor, que vuestros corazones, con la oración y el sacrificio, sean iluminados por el amor y la luz de mi Hijo. Que esa luz y ese amor iluminen a todos los que encontréis, y los haga regresar a Mi Hijo. Yo estoy con vosotros. De manera especial, estoy con vuestros pastores. Los ilumino y los animo con mi amor maternal para que, con sus manos bendecidas por mi Hijo, bendigan al mundo entero. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos, lamentablemente entre vosotros, hijos míos, hay mucha lucha, odio, intereses personales y egoísmo. Hijos míos, ¡cuán fácilmente olvidáis a mi Hijo, sus palabras, su amor! La fe se extingue en muchas almas y los corazones están siendo atrapados por las cosas materiales del mundo. Pero mi Corazón maternal sabe que aún hay quienes creen y aman, que intentan acercarse lo más posible a mi Hijo, que incansablemente buscan a mi Hijo y, de esta manera, me buscan a mí. Son los humildes y los mansos que sobre llevan sus dolores y sufrimientos en silencio, con sus esperanzas y sobre todo con su fe. Son los apóstoles de mi amor. Hijos míos, apóstoles de mi amor, os enseño que mi Hijo no solo pide oraciones continuas, sino también obras y sentimientos; pide que creáis, que oréis, que con vuestras oraciones personales crezcáis en la fe, crezcáis en el amor. Amarse unos a otros es lo que Él pide: este es el camino a la vida eterna. Hijos míos, no olvidéis que mi Hijo trajo la luz a este mundo y la trajo a quienes quisieron verla y recibirla. Sed vosotros de esos; porque es la luz de la verdad, de la paz y del amor. Os conduzco maternalmente a adorar a mi Hijo, a amar conmigo a mi Hijo; a que vuestros pensamientos, palabras y obras se orienten hacia Mi Hijo y que estos sean en Su nombre. Solo entonces mi Corazón estará colmado. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos, con amor maternal os invito a responder al gran amor de mi Hijo, con un corazón puro y abierto, con total confianza. Yo conozco la grandeza de Su amor. Lo llevé dentro de mí, Hostia en el corazón, luz y amor del mundo.

Hijos míos, que yo me dirija a vosotros también es un signo del amor y de la ternura del Padre Celestial, una gran sonrisa llena del amor de mi Hijo, una invitación a la vida eterna.

La Sangre de mi Hijo fue derramada por amor a vosotros. Esa Sangre preciosa es para vuestra salvación, para la vida eterna. El Padre Celestial ha creado al hombre para la felicidad eterna. No es posible que perezcáis vosotros que conocéis el amor de mi Hijo, vosotros que lo seguís. La vida ha vencido: ¡mi Hijo está vivo! Por eso, hijos míos, apóstoles de mi amor, que la oración os muestre el camino y la manera de difundir el amor de mi Hijo, la oración en su forma más sublime. Hijos míos, cuando procuráis vivir las palabras de mi Hijo, también estáis orando. Cuando amáis a las personas con las que os encontráis, estáis difundiendo el amor de mi Hijo. El amor es lo que abre las puertas del Paraíso.

Hijos míos, desde el comienzo he orado por la Iglesia. Por eso, también os invito a vosotros, apóstoles de mi amor, a orar por la Iglesia y sus servidores, por aquellos a quienes mi Hijo ha llamado. ¡Os doy las gracias!
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