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Comentario del Mensaje, 25 de febrero de 2001

DIOS ES AMOR


 
¡Queridos hijos! Este es un tiempo de gracia. Por eso, oren, oren, oren hasta que comprendan el amor de Dios por cada uno de ustedes. Gracias por haber respondido a mi llamado!

La Cuaresma es un tiempo que la Iglesia nos da para examinar nuestra vida a la luz del llamado de las palabras de Jesús: “Conviértanse y crean en el Evangelio”, y a la luz del llamado y de los mensajes de la Virgen que nos da desde hace veintes años prácticamente. Todos los acontecimientos en torno de nosotros son signos de los tiempos, así también las apariciones de la Virgen son uno de los signos de nuestro tiempo en que vivimos. Mediante cada signo Dios nos quiere decir algo. Por eso es necesario saber leer esos signos. En nuestros días, la Virgen se aparece y nos habla a través de los videntes llamándonos a que elijamos caminos de vida. Dios siempre apoyó a sus profetas quienes advertían y llamaban al pueblo a la conversión y a un cambio de vida. La Virgen aquí en Medjugorje se presentó como la Reina de la Paz, la Madre de cada hombre, pero también Ella es un profeta de Dios a través de quien Dios nos habla. Los profetas no son aquellos que antes que nada profetizan los acontecimientos futuros sino son quienes actualizan la Palabra de Dios. En sus mensajes la Virgen no habla tanto sobre los hechos futuros sino que desea, con su corazón materno, reavivar la voz de Dios en nosotros. Desea advertirnos acerca de lo que Dios quiere de nosotros en este momento. En su mensaje del mes pasado ya nos había preparado para esta Cuaresma al llamarnos a la oración y el ayuno. Nos da en nuestras manos esos medios poderosos con los que podemos detener las guerras de nuestra incredulidad, desconfianza y de todo los que nos atemoriza.

El mensaje de la Virgen de este mes es breve pero de un contenido inagotable. Nos advierte que este tiempo en que vivimos es un tiempo de gracia que ha sido dado. Sus apariciones y mensajes son un regalo a cada corazón abierto que está dispuesto a escuchar la voz y el llamado de la Madre. La Madre no puede cansarse con sus hijos porque el amor la impulsa a hablarnos. Nosotros nos podemos cansar y detenernos pero Ella no. Tal como existe el tiempo de la gracia, así también aquel tiempo en que seremos privados de esos momentos de gracia donada. Aprovechemos estos momentos, llenemos con fuerza nuestro espíritu y corazón a fin de poder sobrellevar los tiempos de prueba y de desierto. Vivamos estos momentos de la cercanía de Dios a través de la Bienaventurada Virgen María, escuchando sus palabras. Los discípulos de Jesús, los apóstoles vivieron momentos en que Jesús estuvo con ellos, pero llegaron también los momentos en que estuvieron privados de Su presencia. Fueron los tiempos en que se escondieron, abandonaron al Maestro, momentos de traición, miedos y desierto. La Virgen nos quiere alimentar, proveernos de fe, de amor y de paz a fin de que podamos sobrellevar todas nuestras pruebas y desiertos personales y familiares que ocurren en nuestras vidas. Vivamos estos momentos de la cercanía de la Virgen como un don y una tarea que Dios nos da. Todo el amor de la Virgen hacia sus hijos está reunido en una sola palabra: oren. Este llamado es como el grito de una madre en busca de sus hijos. Parece que no hay nada más importante y necesario decir en este mensaje suyo. No hay otro camino hacia Dios, ni Dios tiene otras posibilidades para acercarse a nosotros, excepto con la oración, a través de la cual nosotros podremos ofrecerle nuestras vidas y nuestras familias. Dios posee todo excepto nuestro amor. Solo nuestro amor no puede conquistar a la fuerza, si no le permitimos hacerlo, si no se lo damos. No hay nada más importante y necesario para nosotros que el amor de Dios, el cual es necesario como el alimento al cuerpo. No podemos vivir sin esa valiosa experiencia. Como dice San Pablo, el conocimiento pasa, solamente el amor permanece, cuya fuente está en Dios. No vivimos del conocimiento de que Dios nos ama sino de la experiencia del amor de Dios. Es necesario experimentarlo y vivirlo. Y lo que experimentemos nadie nos lo podrá arrebatar. Tal como el hombre con hambre no sobrevivirá por saber que el alimento es bueno y necesario, sino que vivirá porque consume ese alimento. También nosotros en la vida de fe, vivimos de ese “gustar” el amor de Dios gracias al cual vivimos liberados del miedo, la dudad, la incredulidad, la enfermedad y de la muerte misma.

También el Papa Juan Pablo II nos llama en su mensaje de este año con ocasión de la Cuaresma, “El perdón - único camino de la paz”, a una oración fervorosa y llena de confianza al Señor para que a cada persona le done nuevamente la posibilidad de sentir Su misericordia. Únicamente este don nos ayudará a aceptar y vivir de una forma cada vez más alegre y generosa el amor de Dios que “..., no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.” (1 Cor 13,5-6).

Fr. Ljubo Kurtovic

Medjugorje, 25.2.2001.


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